"(o El Reloj Transparente)
Libro: “Cuentos para Espacionautas”
Emilio Breda
Cuando era niño solía jugar en la Plaza Vicente López.Era la que quedaba más cerca de mi casa. En ella había un inmenso y añoso gomero que nos acogía en nuestros juegos imaginarios de la guerra como una muy segura fortaleza.Y había también en esa plaza una suave elevación de tierra rodeada de arbustos, árboles y palmeras. La llamábamos “La Montañita”. Desde allí divisábamos toda la plaza. Era como una torre de observación, como el mangrullo de un fortín fantástico.
A mí me encantaba estar en “La Montañita”, hallé en el césped, oculto entre las pequeñas malezas (el guardián hacía días que no cortaba el césped),un reloj redondo a cuerda. Enseguida me hizo recordar al que tenía mi abuelo.
Aunque no era como éste, de plata.Era sí, redondo, de bolsillo, pero parecía de cristal. Se veía de lado a lado todo su mecanismo. Sus agujas desprendían una luz azulada. No decía “tic toc”, como los demás relojes, sino “tilin tilin”, como las campanitas. Los engranajes, en lugar de ser redondos, tenían forma de estrella.
Lo primero que pensé fue qué hacer con él. No tenía ningún nombre grabado. No tenía marca. En fin, no contaba con ningún indicio acerca de quién podría ser su dueño.
Entonces, se me ocurrió dirigirme al vigilante de la esquina para mostrarle mi hallazgo. Enseguida me dijo:
_¡Cuidado!, que puede ser una bomba.
Y yo le pregunté:
_¿Cómo puede ser una bomba si irradia una luz azulada y dice “tilin tilin” y NO “tic toc”?
_A veces nos tienden trampas _replicó el vigilante.
_¿Qué debo hacer entonces?
_Tienes que ir a la División de Explosivos para averiguar si es o NO una bomba.
Cumplí con lo que me indicó el vigilante y en ese lugar, en una oficina llena de extraños aparatos, luego de examinar minuciosamente el reloj, me dijeron:
_No te preocupes, niño, NO es una BOMBA. Es sólo un reloj inmoral. Un reloj que muestra su desnudez sin pudor y sin avergonzarse. Deberías llevarlo a un relojero para que le haga un traje de metal. No se puede andar así por la vida, mostrando impunemente el esqueleto.
Siguiendo el consejo que me dieron allí,lo llevé al relojero, y éste luego de observar detenidamente el reloj, me dijo:
_Muchacho, no te conviene arreglar este reloj,te va a salir más caro que comprar uno nuevo.¿No ves que no tiene marca? No vale nada.Tíralo y junta dinero para comprar uno de marca como el “Super Prexix”, al que no sólo no es necesario darle cuerda, sino que tiene incluidos despertador, calculadora, aspiradora, ventilador, ducha y paraguas. Y hay un modelo especial, el último, el “Ultra Super Prexix” que tiene un hornito microondas para cocinar hamburguesas y un aparato de aire acondicionado a las circunstancias.
Confieso que no me gustó nada lo que me dijo el relojero. Me dí cuenta de que él no amaba a los relojes.Amaba el prestigio de ciertos relojes. Y me recordó al farmacéutico de mi barrio, que según me contaba mi papá, había dejado de ser aquel boticario que, como un mago alquimista, preparaba la rica “Limonada Roger”,para pasar a ser un mero expendedor de laxantes y de medicamentos con nombres indescifrables aun para los mismos médicos : “NOXCOXMEX” o “TRIMTUSTINTOTAL”. Había abandonado el laboratorio de las fórmulas magistrales que le daba un cierto aire de sabio investigador de la química.
Así fue como decidí quedarme con el reloj y para no escandalizar a nadie lo guardé en una bolsita de paño que, con mucha dedicación, me había confeccionado mi mamá.
Cuando estaba por finalizar el verano noté algo extraño.
El reloj comenzó a atrasar.
Cada día atrasaba más y más.
Hasta que al fin se detuvo y la luz de sus agujas se apagó. Miré el almanaque. Era el 21 de marzo. El día en que comenzaba el otoño. Pasó todo el otoño sin funcionar y practicamente todo el invierno. Porque sólo cuando ya estaba por concluir el invierno y faltaban pocos días para llegar la primavera noté que las agujas comenzaban a encenderse lentamente. Y luego, ya encendidas en plenitud, el reloj comenzó a funcionar.
De nuevo había algo extraño.
El reloj esta vez adelantaba.
Y por varias horas .
Hasta que, por fin,llegó el 21 de septiembre y el reloj se estabilizó: marcaba puntualmente las horas, los minutos y los segundos.
Pasaron algunos veranos,otoños, inviernos y primaveras, y comprobé siempre lo mismo. El reloj, cuando estaba por acabarse el verano, retrasaba y cuando estaba por llegar la primavera adelantaba. Pero en otoño y en invierno no funcionaba. En cambio, durante la primavera y el verano funcionaba a la perfección.
Esas extrañas circunstancias me llevaron a consultar con alguien sobre CUÁLES SERÍAN LOS MOTIVOS.
Me acerqué a unos ancianos jubilados que siempre estaban sentados en un banco de la plaza y le pregunté a uno de ellos, al que tenía el rostro más dulce, al que se parecía más a mi abuelito:
_Dígame, señor,¿por qué este reloj atrasa cuando está terminando el verano y adelanta cuando está por llegar la primavera, y NO funciona ni en el otoño ni en el invierno?
El anciano me respondió:
_Hijito, no te das cuenta de que este reloj es un bohemio, un romántico, un soñador. No quiere saber de otras cosas que no sean el sol y las mariposas del verano, y las flores y las aves de la primavera. Ha perdido la memoria del otoño y del invierno. Quisiera yo poder hacer lo mismo, pero NO puedo. Soy un reloj perfecto. Tan perfecto que marca todas las horas y todos los minutos y todos los segundos de las cuatro estaciones. En cuanto a tu reloj NO lo TIRES, guárdalo como un juguete más, como un hermoso juguete, porque como reloj NO te SERVIRÁ.
Al decir esto, de inmediato tomó la palabra otro jubilado,con cara de gruñón, y un tanto molesto dijo:
_¿Guardarlo? ¡Eso sí que NO! ¡Debe destruirlo, aniquilarlo! Es un elemento de confusión. Así anda el mundo. Ese reloj sólo sirve para confundir a los niños.De ese modo NO aprenden a vivir la vida con todas sus horas, las lindas y las que no lo son. Que aprendan a sentir el amarillo del otoño y el gris del invierno. Que conozcan la lluvia y el frío.Que oigan soplar el viento. Que vean los árboles desnudos y los pájaros tiritando. Y es más, te diré, niño, si es un reloj que adelanta es un reloj revolucionario, quizás sea un reloj anarquista o un reloj subversivo. Debes deshacerte de ese reloj y no dejar rastro de él.
Al pronunciar estas palabras, el tercer jubilado, exaltado, con el rostro enardecido, y elevando su bastón con gesto amenazante, expresó:
_Sí, niño, lo tienes que ejecutar a ese reloj, pero ¿sabes por qué?
No por lo que te dice ese señor…sino porque es un reloj reaccionario, un retrógrado. ¿No te das cuenta de que atrasa?¿Para qué sirve un reloj que no marca la hora de los tiempos nuevos?
Sin decir una palabra, me alejé y quedé por unos instantes confundido. “¿Cuál de ellos tendría razón?” _me dije.
Y después pensé: “El único que debe entender y amar a este reloj es su dueño. Lo mejor será dejarlo donde lo encontré, quizás así pueda hallarlo y hacerle cumplir con su destino”.
Esperé que los niños, los globos, los perros y los jubilados se retiraran de la plaza. El sol ya se estaba alejando hacia su refugio nocturno, y entonces aprovechando la penumbra, puse el reloj en un lugar que creía era aquel donde lo había encontrado.
Luego me alejé con paso acelerado, pues se me hacía ya tarde y mamá se enojaría conmigo. Nunca había regresado a esas horas a casa.
De pronto vi una especie de bola luminosa en el cielo de la plaza, como una pequeña estrella, o más exactamente, como un pequeño cometa, porque tenía una cola que desprendía destellos azules. Se detuvo sobre “La Montañita” y un haz de luz descendió sobre ella. Enseguida vi a un niño que vestía ropas largas y blancas. Cuando se agachó para asir el reloj, me pareció verle dos alas.
Después el haz de luz ascendió con él hasta la bola luminosa y de inmediato ella se puso en movimiento y en pocos instantes se perdió en el cielo.
Todo ocurrió muy rápidamente. Pero también muy rápidamente comprendí que ese reloj NO era de un hombre. Era de un ángel. Ese reloj NO marcaba el Tiempo de la Tierra.
Venía de una región del cosmos que los adultos habían olvidado, una región del cosmos donde sólo existen la primavera y el verano.
En ese momento comprendí también que lo primero que envejece en los hombres son los ojos."
Extraido directamente del blog errabundo
http://saramir28.wordpress.com/